lunes, 22 de febrero de 2016

ISRAEL
La arrogancia de una potencia colonial
JULIEN SALINGUE




¿Dónde se detendrá Israel? Y, sobre todo, ¿quién se atreverá a 
detenerle? Tenemos el derecho a plantearnos una vez más la pregunta, 
vista la actualidad de estas últimas semanas durante las cuales Israel 
ha multiplicado las agresiones contra los palestinos y las 
declaraciones arrogantes, especialmente respecto a la ONU.

Aunque la información no esté ya en las portadas de los periódicos, el 
movimiento silencioso de la juventud palestina prosigue

160 muertos desde octubre

Son casi cotidianas las manifestaciones y ataques contra el ejército y 
los colonos en los territorios palestinos ocupados. Y la represión 
israelí no cesa, con centenares de detenciones, miles de heridos y 160 
muertos del lado palestino, desde el mes de octubre, contra 25 
víctimas israelíes. Una agitación y una represión que participan de la 
imposible estabilización de una situación colonial, y que testimonian 
el rechazo, en particular por parte de ciertos sectores de la juventud 
palestina, a aceptar lo inaceptable. Estamos ciertamente muy lejos de 
una nueva Intifada, que la débil estructuración y el comprensible 
pesimismo de la población de los territorios ocupados impiden, pero el 
orden colonial está puesto en cuestión.

“La ONU fomenta el terrorismo”

Hasta tal punto que incluso el Secretario General de la ONU Ban 
Ki-moon, sin embargo poco sospechoso de radicalismo, ha establecido 
una relación entre los “ataques” palestinos y la política israelí en 
un discurso en el que condenaba la colonización: “Como los pueblos 

oprimidos han demostrado a lo largo de los siglos, está en la
naturaleza humana reaccionar contra la ocupación, que sirve a menudo
de poderoso incubador para el odio y el extremismo”. Furor de
Netanyahu que, con su innato sentido para el matiz, ha acusado a Ban
Ki-moon de “fomentar el terrorismo”. Un vivo intercambio de opiniones
que sigue al anuncio, a comienzos de enero, de la dimisión del Relator
Especial de la ONU sobre la situación de los derechos humanos en los
territorios palestinos, al que Israel negaba, desde su asunción del
cargo en junio de 2014, la entrada en los territorios palestinos.

Colonizar y destruir

La Unión Europea también ha sido recientemente humillada por Israel,
que ha destruido a comienzos del mes de febrero infraestructuras
palestinas financiadas por fondos europeos. Frente a las protestas, el
embajador de Israel en la ONU también ha dado muestras de sutileza,
acusando a Europa de “gastar centenares de millones de dólares para un
plan de construcciones ilegales”. Viniendo de un representante de un
Estado que prevé, según la ONG Paz Ahora, construir 55 000 nuevas
viviendas en las colonias, la denuncia de las “construcciones
ilegales” podría hacer sonreír si no hiciera eco a una política
sistemática de desplazamiento de la población palestina y a tragedias
cotidianas sobre el terreno.

¿Hasta cuándo?

La arrogancia israelí no es sorprendente en absoluto. En efecto, más
allá de las declaraciones desmesuradas o de algunas medidas
simbólicas, estamos hoy muy lejos de alguna sanción contra el Estado
de Israel, que no tiene, por consiguiente, ninguna razón para privarse
de colonizar, destruir, reprimir y provocar. En una situación así, el
desarrollo de la campaña internacional BDS (Boicot, Desinversiones,
Sanciones) contra el Estado de Israel es la mejor respuesta a la
hipocresía y a la cobardía de las instituciones internacionales y de
las grandes potencias, cuyo doble discurso resulta cada vez más
despreciable. Y la criminalización de esta campaña en Francia, asumida
por el propio Primer Ministro Manuel Valls, resulta todavía más
patética, cínica e indignante.

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